Otra vez esa sensación. Otra vez ese sueño, que se repite una y otra vez desde que ocurrió hace un año. Otra vez esa tragedia que cambió mi vida para siempre. Otra vez la muerte de toda mi familia.
Me
siento sobresaltado en la cama, intento tranquilizarme de mi pesadilla y de
todas las sensaciones que me provoca, ira, impotencia, cobardía,… Me levanto y
me asomo a la ventana de mi habitación. Una suave brisa me recorre, ayudando a
eliminar el sudor que me ha provocado el sueño. Miro a la luna, tan hermosa
como siempre, aunque hoy está entera. Cuando estaba con mi hermano jugábamos a
un juego con la luna, si estaba llena nos teníamos que comer toda una caja de
quesitos, si estaba por la mitad nos comíamos un cuarto de la cajita cada uno,
y si estaba en fase de luna nueva, ninguno. Nos lo pasábamos muy bien juntos,
pero cuando lo mataron lo dejé de hacer.
Su
muerte junto con la de toda mi familia sucedió hace un año, la guerra contra el
Capitolio estaba finalizando, pero mis padres aun pertenecían a un pequeño
grupo de rebeldes que había en nuestro distrito. Un día se reunieron en mi
casa, para planear el siguiente golpe contra el Capitolio, cuando los agentes
los pillaron en una redada por todas las casas. Nos llevaron a toda mi familia
y a los integrantes de la reunión a la plaza del pueblo, a cada uno nos
sujetaba un agente de la paz y nos pusieron en fila. Uno de los agentes con más
responsabilidad en mi distrito, dio la orden de matar a todos excepto a mí,
porque decía que tenía la “edad”, por aquel entonces no lo entendía, pero ahora
si lo entiendo. Todos mis hermanos tenían menos de 12 años por lo que los
mataron ante mis ojos, sin yo poder hacer nada. Estaba inmóvil, no podía
moverme solo contemplaba la escena creyendo que era un mal sueño. Pero no lo
era.
Miro un pequeño reloj que tengo en mi mesilla
de noche y veo que son las tres y media, y ahora que estoy más calmado, me
vuelvo a meter en la cama, pero esta vez sin pesadillas, solo pensando que la
veré mañana…
El
reloj de mi mesilla sonó con su odioso sonido haciéndome volver de la tierra de
los sueños, de la cual ya no me acordaba de nada. Una brisa fría entra por la ventana y me provoca un
escalofrío. Se me olvidaría cerrar la ventana anoche. Me siento en la cama y
cuando mis ojos se acostumbran a la luz, me levanto y me asomo a la ventana
para contemplar las maravillosas vistas que hay desde mi habitación. Se ve un
gran bosque, y a lo lejos, el sol asomándose entre todas aquellas ramas. Me
encanta este vista, pero no había tiempo que perder.
Miro
el pequeño reloj y veo que son las siete y media, tengo tiempo de sobra. Me
quito los pantalones del pijama, ya que solo dormía con ellos, y cojo de mi
armario unos vaqueros con una camisa a cuadros, se que a ella le encantaba y por
lo que pudiera pasar quería que fuera con esta camisa.
Me
dirijo al baño y me lavo bien la cara para terminar de despertarme. Salgo de mi habitación y recorro el corto
pasillo de mi casa hasta llegar a la cocina. Cojo mi mochila y en ella meto la
mitad de una barra de pan de ayer, una cantimplora con agua, un cuchillo y un pequeño mantel para poder sentarnos.
Salgo
de casa en dirección a la frutería de la familia de mi mejor amigo, donde había
pedido un encargo especial para esta fecha. Aunque se que puede ser el último
día en mi distrito, quiero recordarlo como un día normal, haciendo esas
pequeñas cosas que me hacen feliz.
Sigo
el corto camino que separa mi casa del pueblo, ya que mi hogar esta rozando la
arboleda que pronto vallaran para evitar posibles fugas. Llego a las afueras de
mi distrito y atravieso varias calles que normalmente suelen estar desiertas,
excepto hoy que rebosan vida. Llego a la
Avda. Snow, donde abriéndome a empujones con la gente llego por fin a mi
destino. Abro una pequeña puerta de madera donde hay un cartel en el que pone
“Frutería Michael”. Entro y veo un gran mostrador con bandejas y bandejas a
rebosar de frutas, donde detrás está el padre de mi mejor amigo James. Un
hombre bastante alto de unos cuarenta y cinco años, una tez morena y el pelo
castaño, aunque se notaba el paso de los años ya que las primeras canas
empezaban a hacerse presentes. Ojos de un color marrón chocolate, como su hijo.
Los padres de mi mejor amigo, estaban muy unidos a mis padres y pertenecían al
pequeño grupo de revelión, solo que ese día faltaron a la reunión y no les paso
nada.
-
¡Buenos días Áyax!- Me saluda el señor Michael.- ¿Qué tal
dormiste hoy?
-
Muy bien señor Michael.- Respondo con efusividad.- Venía a
recoger el encargo que hice hace un par de semanas.
-
Si claro, ahora mismo voy
a por él. ¡Ah! Y por cierto, ¿cuántas veces te he dicho que me llames Fred?
-
Lo siento señor… Digo Fred.
-
Así está mejor.- dice Fred esbozando una sonrisa.
Entra
en el almacén de la tienda, mientras yo me quedo admirando la buena pinta que
tiene la fruta. Ahora entiendo a la gente pobre que ve esto y no puede
resistirse a robar una. En mi encargo he gastado la mitad de mi mísero sueldo,
pero bueno, puede que fuera la última vez que la viera y la quería recordar de la
mejor manera.
-
¡Aquí tienes Áyax!- dice Fred saliendo del almacén con mi pedido
en los brazos.
Mi
pedido era un ramo de flores hechas con todas sus frutas favoritas como fresas,
manzanas, plátanos, peras, trocitos de sandía y melón, todas aquellas frutas
que habíamos comido juntos y que tantos recuerdos me traían.
-
¡Muchas gracias Fred!- Digo mirando el ramo emocionado y
metiéndolo en una bolsa que venía con él.
-
De nada, Áyax.- Responde Fred con una gran sonrisa de felicidad
al ver mi cara.- Gracias a ti por encargárnoslo. ¿Quieres que llame a James
para que hables con él?
-
Sí, por favor.
Fred
entra por otra puerta que es por la que se entra a su casa y pasados un par de
minutos sale James con Fred al lado. Al verme, viene corriendo hacia mí y me
abraza dejándome sin respiración. Menos mal que he sido previsor y acabo de
dejar mi mochila y la bolsa con el ramo en el suelo para alejarlo de los
posibles “accidentes” que causaba James. Un chico igual a su padre con el mismo
pelo y el mismo color de ojos, lo que único que los diferencia es la edad y la
altura, ya que su padre es más alto que él.
Finalmente,
me suelta y me mira a los ojos. Dirige su vista a la bolsa con mi encargo y
luego vuelve a mí.
-
Esa chica te tiene loco.- me dice totalmente serio, provocándome
una carcajada. Al instante el suelta otra y empezamos a reírnos hasta que nos
limpiamos un poco las lágrimas haciendo que volvamos a pensar con claridad.
-
La verdad es que sí.- respondo.- Y quiero que hoy sea el mejor
por si… ya sabes…
-
Te entiendo.- James y yo preferimos no hablar sobre el tema ya
que puede que sea nuestro último día de risas y peleas juntos.- Sé que odia
hablar de esto, pero mucha suerte.- dice esbozando una sonrisa triste.
-
Lo mismo digo amigo.- le devuelvo la sonrisa triste.
-
Pásatelo como nunca lo has hecho con ella y dile todo lo que
tengas que decirle, porque puede que hoy sea tu última oportunidad.- me abraza,
pero aun así puedo notar como sus mejillas mojan mi hombro.- Pase lo que pase
hoy, recuerda nuestro lema. Si me eligen,- me susurra al oído.- Cuida de mi
familia.
-
“Por y para siempre fruitmen”.- respondo sin poder evitar una
lágrima. Era nuestro lema desde que éramos pequeños y fruitmen era porque
siempre estábamos en la frutería de los padres de James jugando con la fruta y
nos disfrazábamos de superhéroes.- Y si me eligen a mí cuídala, no dejes que le
pase nada, ¿prometido?
Me
deja de abrazar para mirarme a los ojos y estrecharme la mano como sello de
nuestro pacto.
-
Mucha suerte hoy, hermano.- Digo cogiendo mi mochila y el ramo.-
¡Muchas gracias Fred por el ramo!
-
¡De nada Áyax, disfrútalo y mucha suerte!- me responde Fred
esbozando una sonrisa aunque se nota que le ha costado hacerlo.
Abro
la puerta para disponerme a salir cuando un grito me hace darme la vuelta a la
tienda.
-
¡Que no se te caiga por el camino!- dice James esbozando una
sonrisa, y un comentario que provoca una carcajada a mí.- Nos vemos luego.
-
¡Adiós y mucha suerte a todos!- exclamo finalmente saliendo de
la frutería.
Atravieso la Avda. Snow dejando atrás la
frutería y a mi amigo James, sabiendo que puede ser la última vez que lo vea.
Llego
al límite del distrito donde comienza el bosque del Renacimiento. Una vez, mi
padre me contó la historia de ese bosque, que daba nombre a este.
Hace
muchos años, tantos que los distritos aun no estaban distribuidos, existía un
hombre que no tenía familia, ni amigos ni ningún familiar, en aquella época un
marginado se les solía llamar a ese tipo de personas. Enamorado de una hermosa
mujer perdió la cabeza. Un día, desesperado le confesó a aquella mujer todo lo
que sentía, pero esta lo rechazó. Tal era su enfado que fue a un bosque cercano
y acampó allí, se aisló de los demás durante un mes. Hasta que algo terrible
sucedió. Una noche se fue a dormir, dejando una pequeña llama encendida sin enterarse.
A los cinco minutos empezó a oler el humo y salió corriendo que aquel bosque
volviendo a su casa en su pueblo. Al día siguiente los bomberos apagaron el
fuego que se había extendido por todo el bosque calcinando todos y cada uno de
los árboles de aquella arboleda. Decidió darse una vuelta por el pueblo para
observar la reacción de la gente, ya que nadie sabía que él había sido el
culpable. Contempló a su enamorada llorando desolada y no pudo evitar sentirse
terriblemente fatal en su interior. Los vecinos del pueblo decidieron replantar
todo el bosque poco a poco con la ayuda de todos y cada uno de los ciudadanos.
Aquel hombre decidió ayudar a replantar y aunque todos lo miraran mal al
principio, poco a poco lo fueron aceptando como uno más. Uno de los primeros
días estuvo trabajando en un árbol cercano a su amada y entabló una alegre
conversación con ella sobre plantas y la naturaleza. La mujer le llamó para que
se acercara y viera una hermosa flor que había crecido en esos días entre tanta
destrucción. Pasaron los días y los árboles comenzaron a crecer, la mujer se
había enamorado de aquel hombre tan interesado y preocupado por la naturaleza
que ella tanto amaba, y decidió darle una oportunidad. Al año se casaron y él
le hizo un precioso regalo. Era la flor que había hecho que los dos comenzaran
a hablarse y el hombre le dijo: “Nuestro amor ha sido como la historia de esta
flor. Todo estaba bien hasta que me rechazaste y prendiste fuego a mi corazón
dejándolo completamente desolado, pero cuando comenzamos a hablar surgió un
pequeño brote de amor que hizo que mi bosque renaciera de nuevo enterrando el
pasado con un bosque más bello que el anterior.”
Mi
padre me había contado tantas veces esta historia que me la sabía de memoria,
además que era mi favorita antes de acostarme cuando era pequeño. Me sigo
internando en el bosque del Renacimiento para llegar al punto de encuentro
justo en la mitad de los distritos. Me encuentro con varios agentes de la paz
en el camino que me ignoran, ya que supongo que no parezco un sospechoso de
escaparme.
Tras
atravesar varios árboles más, fuera de la visión de los agentes, llego a
nuestro punto de encuentro. Por fin la veo tan hermosa como siempre, sentada en
aquella piedra donde la encontré por primera vez. Ella al pertenecer al distrito 12, al lado del 6, comparten el bosque del Renacimiento con nosotros, por eso la conocí. El sol le da en su castaño
pelo volviéndolo rubio por el reflejo y su mirada está perdida en la infinidad
de las aguas de aquel pequeño lago. Dejo las cosas en el suelo y me acerco a
ella lentamente por detrás sin hacer ruido. Cuando estoy lo suficientemente
cerca le tapo los ojos, haciendo que ella se sobresalte por unos segundos.
Instantes después esboza una de esas sonrisas que me enamoran cada vez más y
dice con su voz suave y cálida.
-
¿Quién será esta persona que me tapa los ojos?- dice haciendo su
pose de pensador.- Supongo que será mi querido Áyax que tanto he echado de
menos.
-
¿Cómo lo has sabido?- digo destapándole los ojos y haciendo que
ella me mire con esos ojos verdes como
la hierba.
-
No sé, tal vez porque eres la única persona que espero y que
sabe que este lugar existe aparte de mí.
Me
alejo a por las cosas que había dejado en el suelo, saco el mantel, lo extiendo
en el suelo y le hago una señal para que se sentara primero. Es tan perfecta.
Mi amada Sara era la persona que ocupaba el mayor lugar de mi corazón.
Sara
saca de una cesta de picnic hecha de mimbre, unos cuantos filetes de pavo
fritos. Su especialidad. Yo saco la barra de pan y el cuchillo para cortarlo
por la mitad e introducir los filetes de pavo dando como resultado unos grandes
bocatas con la especialidad de Sara. Saco la cantimplora a la vez que ella saca
unos pequeños vasos para poder echar el agua. Charlamos un rato hablando de
nuestro corto día hasta que terminamos nuestros bocatas y nos quedamos en
silencio.
-
Sara hoy he traído yo el postre.- dije con una gran sonrisa.-
Espero que te guste.
Cojo
la caja con el ramo de frutas y se la entrego. La abre con cuidado y su cara
adquiere una expresión de sorpresa y alegría. Lo coge con cuidado y lo
contempla más de cerca. Una lágrima cae por su mejilla, para después dejar el
ramo cuidadosamente y volverse hacia mí. Me da el abrazo más maravilloso de mi
vida y cuando se separa un poco nuestras caras quedan a escasos centímetros. Me
mira a los ojos y dice las palabras que tanto estaba esperando oír.
-
Te quiero.
Instantes
después Sara acorta la distancia que nos separa rozando sus labios con los
míos. Al principio me quedo sorprendido y no reacciono, pero al instante cierro
los ojos y le respondo demostrándole todo lo que sentía, tal y como me había
dicho mi mejor amigo. Nos terminamos separando por falta de aire y Sara me mira
a los ojos con una pequeña lágrima en su mejilla.
-
Es el día más especial de mi vida.- me dice.- No sé cómo podría
vivir sin haberte conocido. Eres lo mejor de mi vida.
Tras
comernos todo el ramo y, ahora que sabíamos nuestros sentimientos el uno por el
otro, después de besos y caricias. Recogemos todo y quedamos cara a cara de
pie. Veo que una lágrima se escurre por su mejilla y yo se la limpio con el
pulgar agarrándole la mejilla. Con la otra mano cojo un mechón de su cabello y
se lo coloco detrás de la oreja para poder verla bien.
-
Sara, tranquila, no te van a coger en la cosecha.- le digo para
tranquilizarla.
-
No estoy llorando por mi.- me responde levantando la mirada para
establecer contacto visual.- Lloro por ti, por lo que te pueda pasar a ti.
Entonces
se lanza a mí y me abraza. Yo le acaricio el pelo intentando tranquilizarla.
-
Sara, por favor, tranquila. No nos elegirán a ninguno de los
dos. Solo tenemos una papeleta con nuestro nombre, no tenemos casi ninguna
posibilidad de salir.
La
separo un poco de mí y la miro a los ojos. Le agarro de la barbilla para que me
mire.
-
Y aunque me eligieran.- prosigo.- Ganaría y volvería solo por
volver a verte, solo por estar contigo una vez más. Ahora debo irme, se hace
tarde y si me encuentran por aquí pueden mandarme directamente sin proceso de
elección.
-
Yo también debo irme.- me dice Sara aun con lágrimas en los ojos.-
Mi amor, toda la suerte del mundo hoy. Toma.
Me
entrega un colgante con un pequeño dije con una “s” grabada en él. Lo
desabrocha y lo coloca alrededor del cuello. Cuando me lo pone lo miro y no
puedo evitar soltar una lágrima. Levanto la vista y le doy un último beso, como
despedida, aunque me gustaría que fuera un hasta luego.
Ola, soy Cris lovegood:)
ResponderEliminarNo me he leido el capitulo porq estoy desde el movil y me parece muy largo XD
Por cierto, q es esto? Es uno de los capitulos de los primeros juegos del hambre?
Bueno, aunq no me lo haya leído,tengo q decir q es muy interesante y esta mbn este capitulo jajajaja
Gracias por el tiempo q habeis dedicado a leer este comentario XD
Un saludo de vuestra admiradora NO secreta: Cris Lovegood.